Querido mundo,mi nombre es Sofía y tengo 23 años, actualmente estoy saliendo del trance tan horrible de la anorexia, la cual me  fue diagnosticada hace un año. Para mí ha sido un año horroroso, un año lleno de tristeza, de soledad, de desesperación, de desmotivación, llegando al punto incluso de no querer vivir. A lo largo de mi vida había oído la existencia de los TCA, pero tampoco conocía el tema ni lo que en realidad supone para la persona que lo padece. El ser humano es así, hasta que no le toca cerca o en sus propias carnes no se pone en el lugar del otro, y tampoco le da la importancia que tiene, y yo siempre he sido una persona solidaria,  altruista y empática, pero fui ser humano.. y nunca me fije en dichas enfermedades hasta que me tocó. Como le comenté lo he pasado fatal, pero en mi peor momento, en el momento en el que se te presenta la situación de morir o luchar, en ese preciso momento, me dije a mi misma : Sofía,¿ con lo fuerte que tu eres te vas a rendir? ¿ vas a dejar que una enfermedad curable te mate ? Y sobre todo, ¿ te vas a ir de este mundo sin demostrar a todas estas personas enfermas como tú que se sale y no tener posibilidad de  ayudarlas? ¿ vas a permitir dejar a tu familia sin ti ? No... no lo permito, y fue ahí cuando salí del túnel de la anorexia nerviosa restrictiva, y digo túnel, porque tiene luz a su final no siendo un pozo sin salida, entonces ahí me prometí a mi misma que salía y que cuando me sintiera yo otra vez o incluso una nueva yo la cual desarrollaría unas habilidades sociales enormes, fundaría una asociación para la prevención y ayuda de trastornos alimentarios, y así nació hace dos semanas la Asociación Sofía. 

Me quiero sincerar, lo necesito, esta soy yo, me llamo barbara tengo 23 años creo que me dio depresion al rededor de mis 12 años si no fue antes, no tengo un trauma solo el dolor de sentirme muy sola me llevo a cargar con una tristeza hasta el dia de hoy, el sentirme poca cosa nunca me a permitido tener nada sano ya que vivo en constante desconfianza, tambien recurri al autoflagelo muchas veces ni se si lo merecia solo se que calmaba algo dentro de mi que nada ni nadie mas lo hacia, a los 17 supe que mi papa no lo era realmente, no era biologico me lo gritaron en la cara en la calle tras una pelea de adultos, ahi despues de cada cosa acumule tanto que recurri al suicidio y si es verdad lo intente como tres veces para el resto, yo cada dia de mi vida queria morir, despues llego la bulimia y era mi otro escape para sentirme mejor de toda esta mierda que llevo por dentro, yo pesaba 77 kilos midiendo 1:50 cm y baje hasta 62 me sentia mas linda pero mas muerta que antes, lo tuve que ir dejando porque se estaban dando cuenta y en casa solo se burlaban de mi, que vomitando cualquiera bajaba de peso, luego empece a ir a la iglesia y me sentia mejor deje de fumar, tenia amigos, me sentia segura hasta que una de mis mejores de alli murio quemada y yo no pude con eso, me fui de la iglesia y mi depresion volvio, estuve tres años mas asi hasta que decidi trabajar y fue el mayor de mis miedos pero tambien el mejor logro, hasta que me enamore y sentia que era lo mejor, que volvi a vivir, hasta que el infierno me volvia a recordar que yo era suya y todo se fue a la mierda, confieso que mia a ratos vuelve y los mostruos a ratos vuelven, mi depresion me hace caer muy seguido ultimamente pero se que no soy la unica luchando, somos muchas, ahora estoy de nuevo con sobrepeso pero ya estoy empezando un tratamiento y luchare lo que mas pueda, gracias por darme este espacio para poder desahogarme...

Junio 2016 

Todo comenzó hace ya cinco años, apenas comenzaba a vivir, tenía tan solo 10 años, por comentarios y críticas de la gente comencé a acomplejarme con mi cuerpo, con mi físico, pero como tan solo era una niña, no le puse demasiada importancia.

Con el paso de los años esos comentarios ofensivos hacia mí continuaban, habían pasado ya dos años y nada cambiaba, comencé a madurar y a tomarme más a pecho los comentarios. Llegué al instituto y los comentarios no cambiaban, estaba empezando mi adolescencia y como muchos sabéis todo nos afecta más. Yo era demasiado perfeccionista, me fijaba en las diferencias entre mi cuerpo y el de las chicas que me rodeaban, quería ser como ellas. Me empecé a ver demasiado gorda, quería bajar de peso a cualquier `precio, comencé a eliminar alimentos de mi comida, acto seguido empecé a provocarme el vómito para eliminar lo poco que comía, fui eliminando por completo las comidas, pero aún así no me sentía a gusto, me pesaba todos los días y veía como mi peso disminuía ( 56,54,52,50,49…) pero aún así yo seguía viéndome cada vez más y más gorda. Todo a mi alrededor comenzaban a notar que algo estaba pasando, me estaba quedando en los huesos, pero nadie nunca se atrevió a decirme nada.

Un día, después de tener educación física, el profesor me dijo que quería hablar conmigo, me dijo que me veía demasiado flaca, pálida, sin fuerza… Me dijo que varios compañeros pensaban lo mismo que él y fue ahí cuando yo reaccioné y le dije que yo no me veía como me veían todos. En ese momento no sabía si pidiendo ayuda iba a hacer bien, hoy se que fue lo mejor que hice. Mi profesor citó a mis padres y fue ahí donde ellos se enteraron de todo y decidieron llevarme al médico.

Era 10 de febrero, llegó el día de mi cita con la psicóloga, estaba muy nerviosa, pero ya no había vuelta atrás. Llegué al médico y esperé mi turno y entré, le conté todo con detalles, me eché a llorar y escuché todos sus consejos, me dijo que yo sola en casa no podría soportarlo, que la mejor opción sería ingresarme. Ese mismo día sin poder despedirme ni avisar a nadie fui ingresada.

Mi ingreso duró dos meses, dos meses incomunicada del exterior, sin móvil, sin apenas visitas, sólo podían visitarme mis padres y mi hermana dos horas al día. Si dejaba comida ese día me quedaba sin visitas, tenía cuidadoras que me vigilaban las 24 horas del día por si hacía algo que me hiciese recaer, vivía en un infierno, encerrada en cuatro paredes.

Hoy, me encuentro aquí contando mi historia, orgullosa de hacerlo porque yo superé una enfermedad, yo superé la anorexia.

Cinco años después de que todo comenzara hoy formo parte de una asociación que lucha contra los trastornos alimenticios.

Solemos pensar que existen cosas que no nos sucederán, ni siquiera pensamos que nos podrían pasar, solemos cerrar los ojos a enfermedades como esta porque creemos que habría que perder la cabeza para caer en ellas, pero no es totalmente así.

Me llamo Sofía. Cuando menos me lo esperaba mi vida comenzó a cambiar, poco a poco sin darme cuenta empecé a caer en un pozo, un pozo obscuro y muy hondo. A medida que iba entrando en él me fui separando de mis seres queridos. Cada vez me encontraba más sola, no veía brazos que me acogieran. Comencé a dejar de quererme y valorarme. Poco a poco me fui convirtiendo en una persona diferente, agresiva, triste, marginada, sin autoestima y sin ganas de vivir, todo esto me lo producía esta enfermedad que me hizo comenzar a rechazar la comida y a ejercitarme sin descanso.

Pasaba hambre, fatiga, me daban mareos, cada vez me sentía más débil. Vivía continuamente en una mentira. Dentro de mí apareció alguien que me hacía pensar y hacer todas estas cosas, una “amiga mala” que intenta taparme los ojos hacia la realidad y quiere desviarme del camino correcto. Le llamé Daniela.

Muchas veces mi familia intentaba tirarme cuerdas para sacarme, pero yo las soltaba. No era consciente del daño que me estaba haciendo a misma y a mis seres queridos. Seguía cayendo y cayendo, cada vez me quedaba menos para ahogarme en el final de aquel pozo.

Hasta que un día en el que me encontraba muy sola agarré la mano de mi madre, que intentaba sacarme de aquel agujero negro. Una parte de mi intento gritar auxilio y aunque Daniela me hiciera sentir mal después de aquella intervención con mi madre, sabía que había hecho lo correcto.

Pasaron los días y seguía en aquel pozo, pero algo había cambiado, ya era consciente de mi enfermedad y sabía que tarde o temprano me llevarían al médico. Una parte de mi estaba aliviada pero el pensamiento de Daniela era el contrario.

Llego el día, el día que más temía. Sentía miedo, pánico, tristeza…no quería estar allí. Mis ojos derramaban lágrimas de preocupación y una sorpresa me llevé al insinuarme que me tenían que ingresar, ya que mi peso

era mínimo y era perjudicial para mi salud, mis pies ya rozaban el agua del pozo.

En ese instante Sofía despertó con ganas de luchar y salir delante, sin necesidad de estar en un hospital ingresada. Me dieron una oportunidad y así fue.

Al principio fue muy complicado, me seguía sintiendo sola y deprimida, me faltaba apoyo para salir adelante, incluso estuve a punto de tirar la toalla, veía como me hundía cada vez más en el pozo.

Hasta que un día de alguna manera exploté. Fue una mañana en la que sentía que mi vida no podía seguir así. Me sinceré con mi madre, le conté todo detallado desde el principio, las locuras que había hecho, las mentiras que había dicho, además de mis sentimientos y pensamientos y sobre todo los días que habían pasado después de que me dieran la oportunidad ya que no estaba cumpliéndolo y estaba poniendo en riesgo mi salud. Mi madre reaccionó de la manera que me esperaba, se rompió a llorar al igual que yo y se sentía culpable de todo, pero no es así porque yo siempre rechazaba su ayuda y la de los médicos, por otra parte se sentía muy orgullosa porque había podido sincerarme con ella y era algo que me había costado muchísimo.

Ese día estuve muy feliz y mi problema con la alimentación no se manifestó, pensé que ya se había solucionado pero estaba equivocada. Me di cuenta de que no era tan fácil salir de un día para otro, pero a partir de esa charla con mi madre mi estado de ánimo comenzó a mejorar y prometí a mi madre empezar a contarle todo.

Por otra parte tenía la necesidad de hablar con alguna amiga, ya que sentía que las había perdido porque me había distanciado. Un día llena de valentía hablé con mis cinco mejores amigas del curso, me costó mucho, lloré como nunca, mi reacción les afecto también a ellas. Actuaron de una manera muy positiva conmigo y me di cuenta de que tenía un gran apoyo por parte de ellas.

Así comencé a hablar con cada una de mis mejores amigas y a medida que iba contándoselos sentía que las iba recuperando. Poco a poco mis sentimientos y forma de ser mejoraban al sentir el apoyo de mis seres

queridos. También, con ayuda de especialistas comenzó a mejorar mi trastorno alimenticio.

Y hablando del presente, me encuentro en la cima del pozo, pero dentro, agarrada a todas las manos que me apoyan mientras Daniela me agarra de los pies e intenta conducirme hacia el final. Es una lucha diaria, hay días mejores y otros peores.

Poco a poco estoy volviendo a ser la Sofía de siempre. Me siento orgullosa de mi misma y me considero una persona luchadora y valiente, tengo motivos por los que sonreír y momentos que disfrutar y compartir. Sé que no va a ser un camino fácil, con mis subidas y bajadas con mis días en los que me siento apagada sin razón y Daniela se apodera más de mi pensamiento, pero estoy segura de que saldré de esta pesadilla algún día.

Me gustaría que la gente fuera más consciente de esta enfermedad ya que lo que puede empezar con querer cuidarnos y vernos mejor puede acabar sin darnos cuenta en esto. También, espero que todas aquellas personas que están pasando por una situación similar a la mía puedan sentirse identificadas y tengan la fuerza de salir y luchar en esta difícil batalla como yo lo he logrado. Somos muy privilegiados de estar vivos y la vida es muy corta como para desaprovecharla.